Hoy en día, el manejo de datos, las transferencias y cesiones de los mismos entre empresas no es algo que sorprenda a nadie, como tampoco lo es el gran valor que tienen. No debemos centrar el uso de datos únicamente en el ámbito comercial, puesto que también son una fuente básica para las investigaciones científicas, administraciones públicas y por último, la economía digital, que depende en gran parte del desarrollo de tecnologías Big Data o Machine Learning.
A consecuencia de todas estas actividades mencionadas, las empresas deben ingeniárselas para poder hacer uso de esos datos sin correr el riesgo de que se hagan visibles y de ser transferidos a otras personas y que se hagan públicos. En conclusión, cumplir con los requisitos de salvaguarda establecidos en el RGPD y LOPDGD. Por ello, en el gran número de los casos, los responsables del tratamiento utilizan sistemas de cifrado o encriptado, como por ejemplo, con técnicas “Hash”
El día 4 de noviembre la AEDP, con ayuda del Supervisor Europeo de Protección de Datos (EDPS, siglas en inglés), publicó el informe “Introducción al hash como técnica de seudonimización de datos personales”. Este informe está dirigido a todos aquellos responsables de tratamiento que utilicen tanto técnicas “hash”, como técnicas de seudonimización o anonimización de los datos personales. Este tipo de técnicas permiten transformar cualquier conjunto de datos, ya sea una palabra o varias de ellas, en una serie de caracteres (números y letras) con una longitud fija. Es decir, tanto si escribo mi nombre, como si introduzco todo el texto del libro del Quijote, el hash producirá una serie de 40 caracteres (por ejemplo) en ambos casos. Con ello, se evita dejar a la vista y poner en peligro nombres, contraseñas y el resto de datos personales que la empresa trate.
La guía ofrece la explicación de los fundamentos y propiedades del hash, además de identificar los riesgos que pueden derivarse de su utilización y algunos consejos a la hora de realizar los registros de operaciones de tratamiento y las evaluaciones de impacto.
– Laura Cebrián Santaolalla-